Son curiosas, las caras del amor
Puede que ella se vaya con otro. Puede. Y lo entiendo. ¿Acaso lo bonito del amor no está en dejar pasar?
¿Qué sería de la belleza de la rosa si nunca llegara a marchitar?
Quizás, con los años, puedan más las ganas de contar la verdad que el esfuerzo por ocultarla y mientras, con los días, triunfe la mentira sedimentada por las horas en las que todavía no existía un mañana. Son curiosas, las caras del amor.
¿A qué viene esta preocupación?
Los lamentos del futuro, la melancolía de mañana. Dejar pasar es dejar doler.
Puede que ella se vaya con otro. Puede. Y siento que duele. Pero, ¿acaso el dolor no se escurre en el tiempo?
¿Qué sería del ayer si no hubiera pasado?
Quizás, con los años, miento y siento con las mismas ganas y mientras, con los días, despierto con el amor por las mañanas convirtiendo a las horas en cómplices de una misma trama. Son curiosas, las caras del amor.
Se aprende a engañar empezando por uno mismo. ¿Qué es sentir sino mentir con una letra cambiada?
Puede que ella se vaya con otro. Puede. Pero peor es que nunca hubiera estado. ¿Acaso no es ya un triunfo el haberlo intentado?
¿Qué sería del éxito si no conociera el fracaso?
Quizás, con los años, no existe sensación de derrota y mientras, con los días, parece importante ganarle la batalla a cada hora. Son curiosas, las caras del amor.
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